Sevilla tiene esas cosas, capaz de oscurecer un Martes de Feria pasándolo por la ducha de nuestra bendita primavera, y a la vez regalarnos un Otoño sin lluvia decorado con flores de este tiempo. Recorriendo una tarde el Parque de María Luisa, pedaleo lento y se me escapan sonrisas del niño que fui de la mano de su abuelo para regalarles arbejones a las palomas de la plaza.
Tarde radiante de Otoño, con el sol a media altura, dorando un lugar mágico que además de evocar recuerdos de infancia me premia con un paseo inmejorable, entre giris con sus cámaras, vendedores de "arvellanas", silbidos de mirlos y cantos lejanos de escurridizos petirrojos.
Esa sensacion de estar en una jungla dentro del asfalto, de pasar por caminos terrizos, de un bosque ordenado, con rincones que imaginas tuyos únicamente, eso es el Parque de María Luisa.
Anibal Gonzalez termino de poner la guinda a este parque con ese espacio abierto de ladrillos rojizos, suelo empedrado, y balaustradas cerámicas, corona elíptica de este parque que hoy una vez mas me ha enamorado.
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